Si hay un lugar en donde no es fácil que los niños se porten bien, ese es el restaurante. Para la mayoría de los pequeños, este tipo de negocios puede parecer totalmente aburrido. Todos los adultos sabemos que no es igual llevarlos a un sitio de comida rápida con parque incluido, que a un local elegante y refinado.
Lo podemos observar cuando visitamos un establecimiento de este tipo. El niño que vemos molesto y con los brazos cruzados en el borde de la mesa es quizás el más tranquilo de todos. Luego está el que corre rodeando peligrosamente las mesas, los hermanitos que se tiran alimentos y él bebé que quiere bajarse de su taburete. La pesadilla para los padres no ha hecho más que comenzar…
No obstante, el comportamiento de los hijos en este tipo de ambientes dependerá de sus padres y del personal del restaurante. Incluso los camareros son actores que pueden incidir positivamente en esta experiencia tan frustrante para algunos padres.
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Inventar juegos que se puedan hacer… sentados
Igual les ocurre a los adultos, a los niños les ayuda tener una forma de entretenerse, de aislarse, en medio de una situación muy aburrida. En lugar de pelear con el niño podemos tratar de distraerlo y hacer que sienta la diversión aún sin moverse de la silla.
Para ello, la mejor herramienta que podemos usar es imaginación. Mirar alrededor y tratar de crear algún juego que distraiga de forma visual o auditiva. Por ejemplo, si cerca de la mesa hay una ventana, jugar a ver coches de diferentes colores. Un camarero podría ayudar a formar parte de esta distracción, dándoles ideas a los padres.
Otros clásicos como “piedra, papel o tijeras” pueden ser de gran utilidad. Con un poco de ingenio es posible, mantener al pequeñín tranquilo hasta que termine la comida, pero para eso debemos prestarle atención. Un bolso con pequeños juguetes o libros puede ser una excelente alternativa para matar el aburrimiento sin mucho movimiento.
El restaurante como un hábito
Si los padres visitan un local de comida cada seis meses, los niños jamás se acostumbrarán a este tipo de salidas.
Pero si comer en un restaurante se convierte en un hábito, entonces la salida se hará costumbre y los pequeños se adaptarán. Con el tiempo todo será automático y ellos reforzarán sus habilidades sociales.
¿Y los camareros? ¿Cuál es su rol en estas situaciones?
Un camarero atento, divertido y paciente puede ayudar a los papás sentados en la mesa. Puede tener un papel importante y ser un mediador entre el cliente y el chef, para convertirse en el ameno animador de una noche inolvidable.
Ese trabajador tiene que saber cómo interactuar con un chiquillo molesto con el objetivo de relajar las tensiones, sin ser demasiado invasivo. Algo muy adecuado es preguntarle directamente al niño que desea de comer y tomar. El trato personalizado es una debilidad para el ser humano, incluso a corta edad.
Se trata de hacer que el pequeño sienta que tiene el poder de su decisión. De esa forma, puede hacerlo ver la velada con otros ojos. Para ello puede bastar un poco de pedagogía y tolerancia.
Un nuevo concepto familiar
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La verdad es que los emprendedores del negocio de la comida podrían evitar el aburrimiento de los infantes, adaptando los espacios de su local para ello. Los gerentes y chef del presente saben que deben recrear un ambiente agradable para todos en la familia y es por eso que hay muchas soluciones y alternativas para que cada integrante de la familia pase un buen día, incluidos los niños.
Los restaurantes familiares se distinguen de los tradicionales porque tienen zonas propias para los pequeñines. Esta es una estrategia parecida a la que utilizan las grandes franquicias de comida rápida, las cuales casi siempre son del agrado de los más pequeños. Pero no se trata solo de eso.
De hecho, estos negocios tienen otras virtudes y servicios añadidos, como por ejemplo, menús infantiles, espectáculos en vivo y camareros que mantienen la paciencia frente a un niño inquieto.
También hay que dejar espacio entre las mesas para que los pequeños de la familia tengan ciertas libertades, servir los refrescos y los postres lo antes posible, etc. Las mesas llenas de niños deben ser la prioridad.
La idea central es considerar a los hijos de los consumidores como clientes. Si gestionas un restaurante, no debes olvidar la importancia que tiene que el niño esté cómodo. Puede ser la razón de que sus padres vuelvan a tu establecimiento o no vuelvan más.
Entendiendo al niño en un ambiente gastronómico
Para un adulto es ilusionante pasar la tarde en una cafetería o celebrar una fecha especial en un local de lujo. Una persona madura valora el solo hecho de no tener que cocinar platos para degustar, o la oportunidad de probar algo nuevo y delicioso. La interacción social que ofrece una charla antes de probar un manjar es algo gratificante.
Pero para nuestros hijos, esto no es igual. Ellos quieren jugar, jugar y jugar. Y se dan cuenta que deben pasar largas horas de quietud en una silla que la mayoría de las veces es más grande que ellos. En este punto debemos admitir que la mayoría de los restaurantes no están diseñados para los pequeños del hogar. A menos que se trate de un local familiar, con castillos hinchables incluidos.
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Por ello, tanto los progenitores como el personal que trabaja en un negocio de comida, deben unir sus esfuerzos. Molestarse o regañar a los pequeños solo empeorará la incómoda situación. Debemos recordar que los adultos somos la imagen de las nuevas generaciones y en vez de pensar que ellos tienen que adaptarse, debemos educarlos y darles opciones para que disfruten de todo lo que puede ofrecer la gastronomía y la buena cocina.
Tras una buena experiencia para todos, incluidos los niños, el final de todo puede ser un excelente postre.
Fuentes imágenes: Sapos y Princesas / Restaurante Marina Davila / Absolut Madrid